Escudo de Armas de san Luis Potosi

Escudo de Armas de san Luis Potosi
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Mi unico fin es difundir las aspectos importantes de San Luis Potosi

Antes que nada, gracias por acceder a este espacio que tiene la finalidad didactica de difundir y recopilar trabajos que otros autores an realizado, con el objeto de facilitar a los escolares y personas que les agrade la historia de San Luis Potosi, conocerlo a plenitud a travez de la red de redes .
Agradezco de antemano el esfuerzo de las personas que realizaron las investigaciones correspondientes y "Todas las ilustraciones que puedan aparecer en esta pagina, son unicamente con fines informativos y pertenecen a sus autores. "

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sábado, 5 de junio de 2010

La Epoca Colonial

La penetración española en la zona Huasteca se realizó poco después de iniciado el proceso de conquista y colonización de la Nueva España. Así el señorío de Oxitipa estuvo en manos de Hernán Cortés y Nuño de Guzmán.
La evangelización de esta zona se debe a Fray Andrés de Olmos, misionero franciscano. A principios del año de 1592 se descubrieron las minas del Cerro de San Pedro, que originaron la fundación del pueblo de San Luis Minas del Potosí en noviembre del mismo año. Tres personajes centrales hay en el establecimiento de este pueblo: Fray Diego de la Magdalena, franciscano que es casi leyenda, pero que por su labor evangélica logró junto con el capitán Miguel Caldera, mestizo, someter a los guachichiles e iniciarlos en la vida sedentaria , tarea en que fueron auxiliados por indígenas tlaxcaltecas que se encargaron de mostrarles las bondades del trabajo, y Don Juan de Oñate, el primer alcalde mayor, a quien se le debe la traza y primera disposición del pueblo.

El crecimiento del pueblo debido al auge minero que declinó hacia 1622 no se hizo esperar; pronto hubo conventos de franciscanos y agustinos para atender las necesidades espirituales del la población.
La fundación de los pueblos en lo que hoy es el estado de San Luis Potosí, se hizo en atención a los nuevos descubrimientos minerales , o al establecimiento de estancias y haciendas, o simplemente a las bondades del lugar. La conversión de los indígenas no fue fácil y se debe principalmente a los misioneros franciscanos. Así las fundaciones de Santa María del Río y del pueblo de Ramos en 1610, San Pedro Guadalcazar en 1615, para citar algunos ejemplos.
El control de la comarca de Río Verde fue muy difícil y nuevamente los establecimientos se lograron gracias a la labor de los misioneros franciscanos. Durante el siglo XVII se destacaron en ellos Fray Juan Bautista Mollinedo y Fray Juan de Cárdenas; se establecieron en Río Verde, Lagunillas, Pinihuan Gamotes, Valle del Maíz, Tula Jamuave, Teotlán, Alpujarras, Santa Catarina, entre otras.
El siglo XVII fue para el pueblo de San Luis Potosí muy significativo aunque no lo haya sido el caudal arrojado por las minas . Se establecieron jesuitas, juaninos y mercedarios, además de haberse erigido el primer santuario de Guadalupe primero en todo el virreinato de la Nueva España en honor a la Virgen de Guadalupe , hacia 1628 se estableció La Real Caja. En 1656 el pueblo de San Luis adquirió la a categoría de ciudad; Don Martín de Mendalde, alcalde mayor hacia 1674 se distinguió por su buen gobierno. En ésta época destacaron los establecimientos de Charcas y Matehuala.
En los inicios del siglo XVIII hubo serios problemas, sobre todo en la región de Río Verde por maltrato de indios y abuso de ellos, hecho por los estancieros; se secularizaron los curatos de franciscanos con el consiguiente detrimento para la población indígena . Hacia 1712 se fundó Tierra nueva. Durante la segunda década del siglo los indios tlaxcaltecas avecinados ya en Venado, Mexquitic y Tlaxcalilla se negaron rotundamente a pasar al Nuevo Reino de León, donde se solicitaba su auxilio para lograr el asentamiento y organización de la población indígena de aquellos parajes, pues alegaban no tener motivo para ello y de nada sirvió ni el regalo ni la amenaza . Hubo también nuevos descubrimientos de vetas en Charcas . En este siglo hubo personajes notables, de labor fecunda, entre ellos está Don Nicolás Fernando de Torres, bienhechor de la orden del Carmen y promotor de su fundación en esta ciudad, así como del Beaterio o Colegio de niñas educandas de San Nicolás Obispo. Destacó también, Fray José de Arlegui ,cronista de la orden franciscana, por su "Chronica de la provincia de N. S.P.S Francisco de los Zacatecas”, y Don José Antonio de Villaseñor y Sánchez , por su “Theatro Americano”.
Otro hecho que merece nuestro atención es el levantamiento que hubo en 1767. Motín popular cuyo origen se remontaba varios años atrás y radicaba en la paupérrima situación en que se encontraban los operarios de las minas del Pueblo de San Nicolás , Cerro de San Pedro y Valle de Armadillo. El alcalde mayor , Andrés de Urbina no supo solucionar el conflicto, lo que se unió al enorme descontento popular que suscitó la expulsión de los jesuitas de todo el territorio que estuviese bajo la Corona Española. Fue precisa la intervención del visitador Don José de Gálvez, para poder sacar a los jesuitas de la ciudad y castigar a los rebeldes.
En octubre de 1767 se estableció la congregación de Soledad de los Ranchos. En 1772 se comenzó el nuevo Santuario de Guadalupe que es el que conocemos hoy en día.

Hacia 1793 se descubrió una veta en el paraje denominado de los Catorce y se estableció el Real del nuevo descubrimiento de Nuestra Señora de la concepción de Guadalupe de los Álamos, primer nombre de Real de Catorce. El impulso que Don Silvestre López Portillo dió a los trabajos mineros de Catorce, repercutieron muy favorablemente en Matehuala y dió origen a la población de Cedral.
Casi a Finales del siglo, en 1786 quedó la Nueva España repartida en doce intendencias que formaron el nombre de sus capitales. La de San Luis Potosí se formó con los pueblos de su antigua alcaldía mayor y el agregado de Guadalcazar y el distrito de Charcas, en los que se incluían, Catorce, Matehuala, Venado y el de Ramos, El de Villa de valles, y el Nuevo Reino de León, Colonia del nuevo Santander y provincias de Coahuila y Texas. Charcas y Ramos habían pertenecido antes a la jurisdicción de la Nueva Galicia; todo lo demás había sido dependiente del virreinato.
El movimiento de independencia afectó demasiado pronto a la Intendencia de San Luis Potosí. A pesar de que se contaban numerosos elementos potosinos en el ejército de Calleja cuando la batalla de Aculco y de Puente Calderón, en la que triunfaron sobre la hueste de Hidalgo, la sedición pronto se filtró y en ella tuvieron parte importante, personajes como Mariano Jiménez, Francisco Lanzagorta, Nicolás Zapata, Fernando Rosas, Miguel Francisco Barragán, Esteban Moctezuma

Sitios y lugares de interés

* El Refugio(Callejones)
* Sótano de las Golondrinas
* Las Pozas de Xilitla
* Cascada de El Salto
* Cascada de Minas Viejas
* Cascada de Tamul
* Cascada de Tamasopo
* Real de Catorce
* Moctezuma
* Santa María del Río, rebozo de seda
* Cerro de San Pedro.
* Laguna de la Media Luna (Rioverde)
* Catedral de Matehuala (Catedral de la Inmaculada Concepción)
* Matehuala (Plaza de Armas)
* Matehuala (Cerrito Blanco)
* Museo Interactivo Laberinto de las Ciencias y las Artes
* Parque Tangamanga I
Centro historico

Historia

El “Pueblo de San Luis Mesquitique” fue fundado el 3 de noviembre de 1592 en el lugar donde en 1583 Teresa de Jesús Ruiz Cruz había congregado a unos indios guachichiles, los cuales llegaron al territorio potosino en el siglo XV.

El nombre de San Luis es en honor de San Luis Rey de Francia; posteriormente el Virrey don Francisco Fernández de la Cueva Duque de Alburquerque concedió que de Pueblo y Minas del Potosí se constituyera a la categoría de ciudad el 30 de mayo de 1656. Cambiando el nombre de Mesquitique por el de Potosí, en referencia a la riqueza de las minas del Cerro de San Pedro comparadas con las minas del Potosí en Bolivia.

Aprobó también el Virrey Fernández de la Cueva el escudo de armas: “De un cerro en campo azul y oro con dos barras de plata y dos de oro y la imagen de San Luis en la cumbre”. Además, a la ciudad se le dio facultad “...de hacer ordenanzas para su gobierno...”. El Rey Felipe IV de España en cédula real del 17 de Agosto de 1658 dicto la aprobación correspondiente.

* San Luis Potosí ha dado grandes aportaciones a la historia de México, entre ellas los Presidentes de la República Miguel Barragán y Mariano Arista.
* Después de la invasión estadounidense se propuso cambiar el nombre de la entidad a "San Luis de la Patria" debido a las grandes aportaciones que el gobierno local hizo al ejército mexicano.
* En 1863 la ciudad de San Luis Potosí fue declarada capital del país por el presidente Benito Juárez.
* El 12 de noviembre de 1853, el gobierno mexicano convocó a un concurso para escribir la letra de un Himno a la Patria; de muchas composiciones presentadas, ganó el primer lugar la escrita por el poeta potosino, Francisco González Bocanegra.
* En 1910, Francisco I. Madero promulgó el Plan de San Luis, iniciándose con ello la Revolución mexicana.

El clima de San Luis Potosi es seco. La última vez que nevó fue el 12 de Diciembre de 1997.

Durante el año 2009 en los meses de abril y mayo se registró una epidemia de influenza A (H1N1), siendo este el segundo estado más afectado después de la capital del país con 71 infectados y 2 muertos. Si bien los contagios prevalecen en el Estado, se estima hacia fines del 2010 tener bajo control la situación.

Cultura

En la época prehispánica, el territorio de lo que hoy es el Estado de San Luis Potosí fue frontera cultural de las regiones Aridoamérica y Mesoamérica permitiendo una gran diversidad de pueblos y costumbres.

La zona Huasteca estuvo habitada por pueblos mesoamericanos, pueblos que compartieron cientos de años atrás la misma cultura que los mayas y que posiblemente se separaron de ellos en el preclásico cuando los zapotecas y olmecas fueron incrementando su presencia hacia el centro y sur de lo que hoy es Veracruz. Los huastecos dejaron huella de su presencia en los numerosos sitios arqueológicos que hoy todavía se encuentran en los Estados de Tamaulipas, Hidalgo, Veracruz y San Luis Potosí. En la Huasteca potosina dos sitios se encuentran en investigación: Tamtok y El Consuelo, ambos ubicados en el municipio de Tamuín. Durante el épiclásico la Huasteca fue invadida por culturas nahuas. Hoy día la huasteca tiene presencia Teenek y Nahuatl.

La zona media de San Luis Potosí fue una zona poblada, en la época prehispánica, por las culturas pame y otomí. Estas culturas -como en toda frontera- compartían las formas de vida de ambas regiones. Es decir, compartían tanto la forma agrícola-sedentaria como la nómada-cazadora. Actualmente viven en la zona media culturas pame que se llaman a sí mismos xi'oi.

En el Altiplano Potosino, en el territorio conocido como el Gran Tunal se desarrolló la cultura chichimeca (zacatecos, copuces, guamares, jonaces, huachichiles, etc.). Estos indios chichimeca desarrollaron modelos culturales diferentes a los mesoamericanos (que destacan por su vida sedentaria y por su interés en construir ciudades y grandes centros teocráticos) extendiéndose este modo de vida por toda Norteamérica. Los chichimeca eran hábiles cazadores y guerreros. Los pueblos nahuas durante el postclásico intentaron dominar (como lo habían hecho por muchos territorios mesoamericanos) las tierras chichimecas, sin lograrlo. De ahí el odio cultural hacia la cultura chichimeca y el surgimiento de los primeros discursos que acusan a lo chichimeca como "salvaje", "inculto", "pagano", "inhumano", incluso "caribe". Los españoles en el momento de la conquista repetirán el mismo discurso al mantener durante 50 años una guerra infructuosa: la llamada "Guerra Chichimeca".

El estado de San Luis Potosí es rico en cultura, herencia e historia. La Tribu Pame se divide en dos regiones--Pame Norte, que comprende los municipios de Alaquines, Cárdenas, Ciudad del Maíz, partes de Rioverde, Tamasopo , y El Naranjo. Pame Sur--comprende los municipios de Rayón, Lagunillas, Santa Catarina, y ciertas partes de Tamasopo. Estas tribus indígenas hablan la lengua Pame, pero ciertas palablas cambian entre Pame Norte y Pame Sur.

La mayor concentración de la Tribu Pame Norte está en el municipio de Alaquines. Dentro de esta tribu nació Marcelina Mártinez de León, hija de la señora Severiana Martínez (una indígena de la Tribu Pame), y de un Español que se dedicó al comercio de Apellidos De León-Corona. La joven Marcelina Martínez De León llegó a ser la princesa de la Tribu Pame Norte; sin embargo, durante la Revolución Mexicana, ella y su madre fueron llevadas a lugares seguros para evitar la muerte. Después, se unió en matrimonio con el Capitán Primero del Ejército Mexicano Paulino Ceballos Salazar, quien era originario de La Libertad "Colonia Agrícola y Militar" municipio de Ciudad del Maíz, S.L.P.

Ciudades Importantes

En el estado existen 5 ciudades que reúnen la mayoría de la población del estado, estas ciudades son:

* 1. Zona Metropolitana de San Luis Potosí - 1.021.688 habitantes.
* 2. Ciudad Valles - 160.261 habitantes.
* 3. Zona Metropolitana de Rioverde - 128.935
* 4. Matehuala - 84.345 habitantes.
* 5. Tamazunchale - 21.614 habitantes.

Ubicacion

Se ubica en la región sur del norte del territorio nacional y ocupa un área muy amplia del altiplano mexicano. Su nombre oficial es Estado Libre y Soberano de San Luis Potosí y con su extensión territorial de 63.068 km es el decimoquinto estado por extensión de la República Mexicana.

Está ubicado entre los 24°22’ y 21°07’ de latitud norte y 98°20' y 102°17' de longitud oeste. Colinda al norte con Coahuila y Nuevo León, al noreste con Tamaulipas, al este con Veracruz, al sureste con Hidalgo, al sur con Querétaro y Guanajuato, al oeste con Zacatecas y al suroeste con Jalisco.

Lo que te identifica como potosino

1. Dices “pisto” y “pistear”
2. Sabes lo que es un “bolis”
3. Haz salido alguna vez “Carrancear”
4. Sabes que significa “constanzo”
5. Sabes lo que es un “garambullo”
6. Pronuncias con facilidad la palabra TANGAMANGA
7. Crees que si circulas en bicicleta tienes preferencia
8. Le dices “carpeta” al “fólder”
9. Le dices “portaminas” al “lapicero”
10. Le dices “lapicero” a la “pluma”
11. Dices las “polveras” para referirte a los “tapones” de tu coche
12. Sabes lo que es un yuki
13. Te has aventurado en un Morales
14. La “avenida” la “diagonal” la “plaza” el “depor” ; no necesitan palabra adicional para ser entendidas
15. Te sabes los anuncios de “chalita”
16. Vives con tus papas hasta que te casas
17. No usas el cinturón de seguridad
18. Aguantas con facilidad 20 anuncios por cada canción que pasan en todas las estaciones de FM
19. Detienes el tráfico en Carranza para platicar de carro a carro
20. Sabes quien es Zampabollos
21. Usas la frase “no marchees”
22. Te enorgullece que la “Canel´s” sea de San Luis
23. Cuando no importa a quien acabas de conocer, esa persona conoce a por lo menos 5 personas que tu conoces, y viene siendo el primo de un amigo tuyo ¿apoco no?
24. Cuando te encuentras a alguien que estuvo en tu salón TODA la primaria y finges no verlo
25. Cuando saludas dices “Hooooola” y al agradecer “Graaaaaacias”
26. Cuando a alguien ridículo le dices “teco”
27. Cuando entiendes perfectamente el significado de “vamos a las gorditas de Morales”
28. Cuando las palabras (tavares, sophistique y foxies) te causan emociones inconfundibles
29. Cuando vas con frecuencia a “samborn´s, Chaires y la Crepas” para tomar café; y a la Virreina, La Bocana, la Gran Vía y/o México de Frida para comer
30. Cuando tu mayor sueño al graduarte de la universidad es trabajar en “Mabe” “Valeo” “3M” y “Cummins”
31. Cuando estas convencidísimo que los verdaderos potosinos viven en las Lomas, Tequis, Carranza, Tangamanga o de “tequis pa arriba”
Y que tienen sus casas de campo en la “florida”
32. Te dices a ti mismo que los NACOS viven en Prados, Hogares, Ferrocarrileros, La progreso, Pavón, etc etc
33. Fuiste por lo menso una vez a Arusha.
34. Tiras pestes de San Luis y tus paisanos potosinos, pero aquí sigues
35. Cuando te “avergüenza” usar transporte publico, sobre todo en Carranza
36. Cuando consideras que las Enchiladas Potosinas son la aportación gastronomica del siglo a la cocina mundial
37. Si cuando vas a ver a tu novia dices que vas a “garcear”
38. Pronuncias las frases: “como ves” “de verdad” y “orales” , cada 2 minutos
39. Dices “mas omenillos” y “un ratillo”
40. Para hacer referencia de una persona usas el articulo “El” o “La” (el Juan)
41. Dices “juras” (las potosinas mas arraigadas usan un “ay” antes de la frase)
42. Sabes quien es Félix Bocard y el Padre Peñalosa
43. Dices “gacho” sin que se escuche mal, al contrario es muuy familiar
44. No tienes “cisterna” en tu casa, tienes “aljibe”
45. No pides una cubeta, pides una tina
46. Consideras que la misa es una forma de presentación y convivencia social
47. Tienes un boulevard que funciona como río cuando llueve
48. Puedes dejar tus zapatos con el bolero y regresar una hora o 2 días después
49. Cierras tu negocio de 2 a 4
50. Tu abuelo tuvo ranchos, haciendas, empresas o casas o fue “Ferrocarrilero”
51. Usas un “deja te explico” para cada inicio de frase o un ``haste de cuenta´´
52. Perteneces a la Lonja (o x lo menos sabes que es)
53. Sabes que es el baile de los Lanceros
54. Pides la “feria” no el “cambio”
55. Si para decir “es cierto” dices “ahhh me cae”
56. Sabes quien son Los Acosta
57. Si piensas que no hay mejor café que el de Uruapan
58. Sabes muy bien que son Tangassi y Valle de los Cedros y x que no hay que ir hay demasiado pronto
59. Piensas que el “Agua de Lourdes” mejora el sabor del whisky y del ron
60. Sabes que el eje vial esta lleno de putas de 9 de la mañana a 9 de la noche, y que después de esa hora conoces a algún travestí o gay potosino
61. Si conoces al menos a una familia chilanga que huyo después del temblor de 1984 y que se vino a vivir aquí a San Luis
62. Juras que el Potosino, la Apostólica, el Othón, el Salesiano, el Hispano, el Minerva y
la Ciriaco son las mejores de San Luis
63. Dices x lo menos 14 maldiciones x minuto pero no te consideras “vulgar”
64. “bofo” “no mames” “neta” “juralooooo” “nel”, “chido” “me cae” son palabras clásicas en tu léxico ahhh..... pero no te consideras naco verdad?
65. Conoces al menos 3 adictos a la marihuana
66. Juras que Plaza el Dorado es para la gente “nice” jaja
67. Cuando gana el Real San Luis dices “ganamos” y cuando pierden dices “perdieron los pendejos”
68. Conoces el 8 segundos
69. Sabes lo que es “tucky tucky”
70. Todos los domingos estas presente en las “vías” o el bazar Tangamanga.
71. Te quedas de ver en cinepolis cuando vas al Dorado.
72. Sabes que el "San Luis Fútbol Club" se llamo "Real de San Luis" y quizá te gustaba mas ese nombre.

Leyendas potosinas

LA MALTOS:
Una de las leyendas clásicas más apasionantes de México, es sin duda ésta cuyos hechos se desarrollaron en la muy leal, noble y aurífera ciudad de San Luis Potosí.

Desde su fundación ha sido un lugar de población numerosa, porque a raíz del descubrimiento de las minas de San Pedro muchos buscadores de oro llegaron atraídos por tal acontecimiento. Era una abigarrada población en la que había personas de todas clases socioeconómicas, pero se distinguían básicamente dos: los patrones de hacienda y los peones, servidores, que a veces llegaban a ser esclavos.

En el sitio que hoy ocupa el magnífico edificio Ipiña había un pequeño manantial; como el agua ha sido en San Luis un líquido muy preciado, alrededor de dicho manantial germinó una enorme huerta, donde se erigieron diversas construcciones coloniales: cuartos amplios, alta techumbre, corredores. Una de esas casas precisamente se destinó para recluir, aunque de manera provisional, a las personas que tenían la desventura de caer en manos de los inquisidores donde eran interrogados, torturados y por fin recibían la sentencia que les aplicaban por herejía, lectura de libros prohibidos, prácticas de sectas religiosas y hechicería.

Una mujer de muchas agallas, conocida como La Maltos, tuvo su residencia oficial en la casa que acabamos de referir. Se decía que dicha mujer practicaba la brujería, espiritismo, magia negra y otras costumbres que hoy no son perseguidas. Por paradójico que parezca, La Maltos llegó a obtener mando de inquisidora lo que en aquellos tiempos significaba tener mucho poder, tanto, que a cualquier persona que esta mujer quisiera perjudicar, bastaba que la acusara de alguno de esos delitos tan perseguidos para hundirla, ya que sin más investigación, se le aplicaba tormento y muchas veces era deportado o se le mataba en las mazmorras de dicho edificio; es decir, como también ocurría con la Inquisición en la capital.

El solo nombre de La Maltos infundía pavor, pues interrogaba a los reos con lujo de crueldad y gustaba de sacrificar personalmente a sus víctimas. Como además sabía malas artes, decían que tenía pacto con Satanás; en fin, era una mujer diabólica. Por todo eso la gente le temía, aún los políticos y personas de renombre, quienes preferían tener amistad con ella en lugar de tenerla como enemiga, porque ya fuera en forma de acusación o por sus brujerías, estaba en condiciones de perjudicar a quienes ella quisiera.

Se dice que hacía aparecer en el interior de sus aposentos caballos negros, perros descomunales y hasta lobos, así como carretas tiradas por caballos. Se cuenta que solía salir por las calles de la ciudad a horas altas de la noche en un carro tirado por dos briosos caballos, lo cual hacía de la siguiente manera: en el muro de su habitación dibujaba un coche tirado por dos enormes caballos negros, se colocaba en el supuesto asiento delantero empuñando simuladamente las riendas, pronunciaba unas palabras cabalísticas y ordenaba a los caballos arrancar; entonces cobraban vida, carruaje y corceles, mismos que en forma estrepitosa salían a rodar por las empedradas calles de la ciudad, sacando enormes chispas de fuego: recorría los caminos envuelta en llamas y la gente decía santiguándose: "Allí va La Maltos, la mujer infernal, la bruja".

Sus fechorías no tenían freno, a tal grado que se complacía en destruir a altas personalidades. Al fin La Maltos cometió un error grave de funestas consecuencias; ocurrió que se extralimitó en una ocasión al sacrificar a dos personas de mucha influencia política y económica.

Entonces el alto mando inquisidor dio orden de arrestarla y enviarla a presidio a la Ciudad de México. La policía rodeó la casa donde vivía La Maltos, las autoridades entraron a capturarla, nada podía hacer que escapara de aquella sentencia; entonces se refugió en el último reducto que era su amplia habitación; pero hasta allí llegó un jefe de la policía acompañado de dos subalternos; la inquisidora destronada no tuvo más remedio que entregarse humildemente diciendo:

- Ha llegado la hora de perder, no puedo resistirme ante la fatalidad, aunque mis poderes no se han menguado, pues cuento con facultades que me han otorgado los dioses y está en mi mano destruirlos en este momento, si así fuesen mis deseos; no obstante debo obedecer los mandatos de fuerzas superiores y me entrego a vosotros. ¿Puedo pedirles un último favor, una gracia? Al ver la tranquilidad de la reo, quedaron asombrados los hombres que iban con la misión de aprehenderla y el Jefe de Policía contestó:

- No es culpa nuestra, nosotros sólo obedecemos órdenes superiores y créame que en estos momentos quisiera no ser yo el que ejecutase esta orden: mas me ha tocado en suerte venir a realizar algo que no quisiera, presentarla ante la justicia mayor, para que sin duda se cumpla la sentencia a la que habéis sido acreedora.

- Nada temáis y no os preocupéis por mí; no cobraré venganza contra vosotros, pero ¡ay del que haya sido causante de mi mal! Tendrá que arrepentirse mil veces; en fin, llevad a cabo vuestra tarea; el tiempo apremia. Mas cumplidme sólo éste último deseo: quiero dejar aquí, en éste salón, un recuerdo imperecedero; haré un hermoso dibujo.

La hechicera, con el dedo índice de la mano derecha, trazó en la pared primero los contornos de una carroza, luego las ruedas, la portezuela y dos grifos gigantescos que la jalaban; al conjuro de unas palabras cabalísticas, la carroza parecía moverse.

Sonriendo, La Maltos volteo hacia sus aprehensores diciéndoles: "Os invito a que viajéis conmigo por lo ancho y largo de los continentes conocidos". Ante la mirada estupefacta de los hombres armados, que permanecían como clavados en el piso, subió ágilmente y la carroza se fue perdiendo en un horizonte sin límites.

Salieron despavoridos el jefe policiaco y sus ayudantes a narrar lo acontecido pero, por supuesto, nadie les creyó. Lo cierto es que nunca más se volvió a saber de La Maltos.

La Planchada o Enfermera elegante:
Esta leyenda, cuyo título podría ser también el de “La Enfermera visitante“, hace recordar a muchos potosinos episodios de misterio, originados hacia finales del siglo antepasado.

El antiguo Hospital se encontraba entre los barrios de El Montecillo y de San Sebastián, cerca del costado sur del Templo de San José (en la cuidad de San Luis Potosí, México). Cuenta la conseja que en dicha institución entró a formar parte del personal una enfermera llamada Eulalia, de buena presencia, quien desde luego dio muestras de profesionalismo y diligencia; por lo tanto, se captó la simpatía y el aprecio del personal médico y administrativo.

Eulalia repartía su tiempo entre su trabajo en el hospital y en atender a su familia que consistía en su madre y dos hermanos menores. Llevaba una vida tranquila, sosegada y, al mismo tiempo, activa; nada perturbaba el horizonte de esta eficaz mujer, hasta que un día ingresó al hospital un joven médico, apuesto, de nombre Joaquín. Era costumbre en el Hospital que cuando llegaba un nuevo médico, el Director reunía al personal para presentarlo; ese día Eulalia estaba atendiendo a un paciente, mas hubiera podido dejar su trabajo un momento, suficiente para ser presentada al recién llegado, pero no quiso asistir al llamado del Director. Al anochecer, cuando llegó a su casa, refirió a su madre:

- Hoy llegó al Hospital un nuevo médico; aunque no lo conozco ya me imagino que es uno de esos recién salidos de la escuela, fatuos y orgullosos, que ven a una como inferior; pero ya verá…. ya verá….

- Hija, es la primera vez que te oigo hablar así ¿te ha ocurrido algo?

- No, nada, nada en realidad; bueno, he tenido algunos contratiempos sin importancia.

Al día siguiente, Eulalia fue solicitada para auxiliar al nuevo médico, en la extracción de una bala de la pierna de un herido. Desde el primer momento en que la enfermera vio al doctor, quedó prendada de él, a grado tal que no acertaba a darles los instrumentos debidos. A medida que pasaba el tiempo, ella se enamoró apasionadamente del galeno, en cambio él no mostraba el mismo interés. Sin embargo, pasados algunos meses, Eulalia y Joaquín se hicieron novios. Ella sintió que por fin se estaban realizando sus aspiraciones, se veía feliz y en torno a ese amor giraba toda su existencia, pero él no mostraba la misma pasión que ella. Los años transcurrían y en el Hospital continuaban de novios el médico y la enfermera.

Un día de tantos, dice Joaquín:

- Eulalia, estoy invitado mañana a una recepción; no tengo ropa adecuada pero un colega me la va a prestar; como tú sales antes que yo hazme un gran favor: te llevas la ropa a tu casa y si me lo permites, allí me cambiaré. ¿Te parece bien?

- Con todo gusto lo haré Joaquín; vas a ir a tu recepción hecho un príncipe, te verás muy guapo.

Como acordaron, al día siguiente Joaquín llegó a la casa de Eulalia; ya vestido en traje de etiqueta, charla un rato con su novia y, al despedirse, le dijo:

- Olvidaba decirte que asistiré a un seminario de medicina interna; será cuestión de unos quince días.

Pasó algún tiempo que a la enfermera se le hizo eterno, sin recibir noticias de su novio. Un día, un empleado del Hospital que anteriormente la cortejaba, le declaró su amor pero Eulalia le contestó:

- Soy la prometida del doctor Joaquín, no creo que usted lo ignore.

- Pero Eulalia, su doctor tardará mucho tiempo en regresar de su viaje de bodas; ¿no sabía usted que se casó en la fecha que renunció a su trabajo en este Hospital?

Eulalia jamás pudo recuperarse de la decepción que le causó el engaño, por más que se decía a sí misma: “debía darme cuenta que él nunca me quiso de verdad; no debo abatirme”. Pero lo cierto es que siempre sufrió por el perdido amor, aun cuando tanto su trabajo como atender su casa, absorbían la mayor parte de su tiempo. Jamás volvió a enamorarse de otro hombre, ni tuvo novio alguno; siguió dedicándose a su profesión, pero ya no era la misma enfermera activa, dinámica, capaz. Se dice que descuidaba a los enfermos, que se volvió demasiado estricta con los demás, que se llenó de amargura. Llegó a tal punto su indiferencia, que aun dentro de su turno desatendía a los pacientes y en más de una ocasión, algunos murieron por su negligencia.

Años después se inauguraba un flamante hospital con el nombre del Dr. Miguel Otero, en la que hoy es Avenida Juárez; a este hospital pasó la mayor parte del personal del antiguo Hospital Civil; entre ellos estaba Eulalia. Transcurrió el tiempo y la enfermera Eulalia, tras una penosa enfermedad, murió en el mismo hospital donde trabajaba.

Se cuenta que en este hospital se aparecía una enfermera pulcramente vestida de blanco y que de vez en cuando, atendía pacientes.

Mucho después se fundó en la ciudad el Hospital Central Dr. Morones Prieto, al cual pasó parte del antiguo personal del Hospital Miguel Otero.

Una mañana entra una de las nuevas enfermeras al cuarto de un paciente y lo saluda:
- ¿Cómo esta? ¿Cómo pasó la noche?
- Bien, gracias a Dios y gracias también a la enfermera que además de darme la cucharada, me dio el elixir que me hizo mucho bien.
- ¿Y a qué hora sucedió eso? – preguntó extrañada la enfermera.
- Como dos horas antes de que usted llegara.

Aun cuando la nueva enfermera sabía que no podía ser, nada dijo al paciente; salió del cuarto a continuar su trabajo. Otro día uno de sus pacientes le dice:

- Anoche me dolió mucho la cabeza, pero una enfermera me dio una pastilla y se me quitó el dolor como por encanto.
- Ah, ¿Sí? ¿Cuándo le dieron la pastilla?
- Tal vez en la madrugada.

A la hora de comer, quería comentar esto con la enfermera Elena Wong Rivas, amiga suya, quien con mucha naturalidad le dijo:

- Ah sí. Seguramente es “La Planchada”; le decimos así porque siempre anda muy almidonada, con la bata bien planchada, jamás se le arruga no se le ensucia, sí, también se aparece en los pasillos y se introduce en los cuartos de los pacientes. Una vez, en un cuarto donde había pacientes, ahí en la sección de mujeres, yo debía inyectar a una de ellas; mi sorpresa fue grande cuando me dijeron, al preguntar por qué estaba dormida una de ellas:

- La acaban de inyectar, un poco antes de que usted entrara.
- ¿Quién la inyectó?
- Una enfermera vestida de largo, son su ropa bien almidonada.

La nueva enfermera siguió con la duda, aunque su amiga le había referido que se trataba de La Planchada. Estaba verdaderamente intrigada, hasta que al fin pudo platicar ampliamente con otra amiga suya, la enfermera Conchita Armendáriz Hernández; tras de contarle sus experiencias en relación con la enfermera fantasma, Conchita le dijo:

- Pues sí es verdad, yo la he visto y algunos médicos también. Figúrate que un día llegó un Doctor nuevo, joven distinguido y de porte aristócrata, quien a salir de su consultorio, nos encontramos en el pasillo y me dijo:
- ¿Quién es esa enfermera que entró a mi consultorio sin mi permiso, se sentó frente a mi escritorio saludándome y llamándome por mi nombre?
- Como ve, no hay nadie, Doctor. Pero no se preocupe, es La Planchada.

En el Hospital Central “Dr. Morones Prieto”, se han acostumbrado a ver deambular por los pasillos, o saber que ha entrado en los cuartos de algunos pacientes, a una enfermera con su vestido largo blanco, impecable y almidonado. Nadie duda que alguna vez haya asistido como ayudante en las operaciones que los nuevos médicos practican en el quirófano; ese sitio que en el antiguo Hospital donde trabajó Eulalia, se llamaba “ Sala de Operaciones”.


La Llorona:
la Llorona
Allá en los remotos tiempos de principios del siglo XVIII los ríos eran caudalosos y permanentes, como el río de Santiago y el el río Españita; muchas eran las circunstancias a las que se debía los caudales de agua, tales como que las lluvias eran constantes, en cada temporada, la flora era exhuberante, y no había presas que contuvieran el vital líquido. Cuando se rebosaban los rios, la ciudad se inundaba, llenándose las corrientes naturales que eran tres principales, la de San Miguelito, la de San Sebastián y la llamada corriente; estos desbordeamientos hacían intransitables las calles. Los minerales de San Pedro eran traídos a la ciudad donde se beneficiaban; los residuos o jales formaban montículos en diferentes partes, esto hacía más problemática la inundación porque impedía el paso regular de las aguas, agregando a esto, la circunstancia de que por entonces no había drenajes. Los minerales de Cerro de San Pedro estaban en auge y como llegaban muchos buscadores de oro, el comercio era próspero. Las autoridades dispusieron el arreglo de dos principales corrientes, una de ellas venía por el suroeste y formaba permanentemente lo que se llamaba Los Charcos de Santana.

Por aquellos tiempos llegó a San Luis una bella mujer, se decía que procedente del Real de Charcas, a quien sus padres habían querido educar en la mejor Escuela del lugar; que era de muy buenos modales; dada su singular belleza y su bien formada educación pronto fue cortejada por muchos galanes, de tal manera que pronto contrajo matrimonio con el hijo de un próspero minero. No obstante su nuevo estado, seguía siendo cortejada por hombres que no dejaban de admirar su belleza, y así un dia cedió a las propuestas de un apuesto galán.

Cuando el esposo se enteró quiso vengar la afrenta y con ese proposito llegó a su casa en el momento en el que se encontraban juntos los amantes, pero ella en un momento decisivo mató a su esposo y al amante deshaciéndose de los dos. Huyendo de la justicia llegó a San Luis donde se dedicó a la vida galante. Poco tiempo después le nacieron dos bellos gemelitos, que ella cuidó con esmero hasta la edad de un año, tiempo en que se dio cuenta que mucho le estorbaban y en más de una ocasión pensó en deshacerce de los pequeños.

Por fin un día en que el calor era sofocante, se fue a bañar a Los Charcos de Santana llevando consigo a los dos niños; una vez dentro del agua los soltó, llevándoselos la corriente, inmediatamente se arrepintió y quiso salvarlos pero ya no le fue posible y ella misma estuvo a punto de ahogarse; gritaba pidiendo salvaran a sus hijos pero sólo pudieron salvarla a ella, a quien sin sentido se la llevaron al hospital.

Cuando volvió en sí pedía a gritos, desesperada, como loca, le salvaran a sus hijos; por fin, ya restablecida se pasó el resto de sus años buscando en Los Charcos de Santana, en las corrientes, en el río de Santiago a donde desembocan todas las corrientes de San Luis, siempre buscando a sus hijos, culpándose de haberlos ahogado. Esto dice la historia, y la leyenda sigue.


La leyenda de La Llorona es de tradición nacional; forma parte de nuestro folklore y tanto en México, Capital de la República, como en casi todas las provincias del País, tienen una versión particular de esta leyenda. Con frecuencia los hechos de este personaje se desarrollan en las cercanías de un rio, o de una laguna, o en un día de lluvia; el caso es que siempre hay agua de por medio. Esta Llorona difiere de las demás en algunos aspectos, por eso es nuestra Llorona Potosina.

Por calles estrechas de la ciudad, apareció una mujer con albo vestido y manto; al caminar dejaba una estela que emanaba reflejos luminosos. Deambulada generalmente después de las doce de la noche, aunque no siempre como fantasma, porque cuando se dejaba ver, normalmente tenía todo el aspecto de una persona común y corriente, si bien no era usual que una dama caminara sola a esas horas. Los caballeros noctámbulos la saludaban y ella contestaba con gracia, siguiendo apresurada su camino.

Dicen los que dicen que conocieron a los que dicen haber hablando con los que la conocieron, que tenía un rostro hermoso y melancólico. Tiempo después de que pasaron ciertos acontecimientos que diremos en el curso de esta narración, se llegó la conclusión de que ella era una persona conocida en ciertos círculos sociales con el nombre de Lucía, ya que de día visitaba a personas amigos que sospechaban que era la Llorona. Ocurría la coincidencia que siempre que esta mujer paseaba por las calles hacia al rio Santiago en las orillas de la Ciudad, se oía el prolongado y lastimado grito de ¡Aaaayyyyyyy mis hiiiiiijjjooooossss…! Una y otra vez. Al día siguiente la gente comentaba: “ Que cosa más curiosa y casual, anoche encontré por una estrecha calle del rumbo de Santiago a Lucía y al perderla de vista escuché un llanto semejante al que dicen que hace la Llorona”. Y otras personas comentaban “Yo también escuché un lamento”, Yo también… esto sucedía con bastante frecuencia.

Cierta vez en la que se organizó una tertulia en la casa de la familia Zarzosa donde se habían reunido varias amistades, estaba también Lucía; se veía contenta, hasta risueña, no obstante algo extraño reflejaba su rostro, algo como una preocupación o un lejano recuerdo que la entristecía. Iba sola, como siempre que asistía a cualquier lugar; no se le conocía pariente alguno, vivía sola en una casita en los aledaños del barrio de Santiago al norte de la ciudad, muy cercana del rio del mismo nombre. Nunca se supo el origen de Lucía; era una mujer joven y bella, envuelta en un bajo misterio; ella nunca habló de su procedencia, tal vez porque nadie se lo preguntó.

Eran las doce de la noche, muy tarde para aquellos tiempos en que la gente acostumbraba a recogerse temprano, quizá porque las calles no estaban iluminadas como ahora y la vida era lenta y tranquila. Lucía se despidió de las personas reunidas en la tertulia. No bien había salido de la casa cuando se dejó oir un lamento largo, tenebroso clamando por sus hijos. Todos los que permanecieron en la casa referida quedaron como petrificados, paralizados por el terror; hubo un largo silencio. Cuando pasó el pánico y volvió la tranquilidad algunos comentaron “y la pobre de Lucía se fue sola”… Alguien dijo en tono de broma: “¿No será ella misma la Llorona?” Todos se rieron porque el chiste les hizo gracia, menos una mujer que tenía dotes de clarividencia y que ya había notado en Lucía algo extraño, algo que le hacía sentir como que no perteneciera a este mundo, que aquí estaban purgando una pena. La clarividente sabía que Lucía bien podía ser la mismísima Llorona.

Una noche cerrada, en que no brillaban las estrellas, una de esas noche en que el frio es intenso y la lluvia pertinaz, asistió Lucía a una de esas acostumbradas tertulias provincianas, amenizada con piezas de violín, piano, cantos; nutrida con exquisitas viandas y endulzada con variados postres. Un elegante joven, ataviado con traje de fina procedencia inglesa, vio a Lucía por primera vez y quedó impresionado ante su extraña belleza, cuyo rostro resaltaba emergiendo de un ropaje coloreado en varias tonalidades de azul cobalto envuelto en una capa tornasol bordada con perlas. El joven elegante miraba demasiado extasiado aquella belleza etérea.

Llegó el momento en que Lucía debería retirarse, él se ofreció para acompañarla a su domicilio, a lo cual accedió ella después de insistentes ruegos tanto del joven como de los anfitriones. Subieron al coche tirado por un caballo y tras de caminar un rato, cuando se oyeron sonar a lejos doce campanadas, Lucía dijo de repente: “aquí me bajo, alguien me espera“; Y sin hacer parar el coche bajó de él y tendió un vuelo tenue, con su vestido luminoso, casi pegado al suelo. Enseguida se escuchó el grito lastimero:


aaaaaaaaaaaaaaaayyyyyyyyyyyyyy
mis hiiiiiiiiiiiiijjjjjjjjjjjjjjooooooooooosssssssssssssssss…!


Que se perdió en la distancia, en medio de la lluvia nocturna.

El joven quedó paralizado de miedo, después dio un fuerte chicotazo al corcel y a carrera tendida se alejó de ese lugar. Contó a todos lo acontecido, unos le creyeron, otros no, pero la verdad es que Lucía jamás volvió a aparecer por ningún lado.

La dama que visita los 7 templos:
Se cuentan muchas historias. Cosas que pasan en las calles viejas y en el panteón viejo de San Luis Potosí. Sobre todo la leyenda de la dama del taxi. A decir verdad se le conoce de diferentes formas a esta leyenda.
Cuenta la leyenda que una madrugada a un taxista le hizo la parada una mujer justo afuera del pateón del saucito (el panteón mas viejo de San Luis). A el taxista se le hizo raro que a esas horas estuviera una mujer sola y por esos rumbos, asi que la subio.
Ella le pidio que la llevara a los templos: San MIguelito, San Sebastian, Tlaxcala y otros más. Ella se detenia afuera de la iglesa como rezando. Y terminando el recorrido, le pidió que la llevara otra vez a donde la habia subdo. A el taxista se le hizo muy raro, pero asi lo hizo. Ya estando fuera del panteón, ella le dio una medalla de oro y una dirección diciendole que fuera a cobrar por el recorrido a la persona que le abriera.
Ya de mañana el taxista, así lo hizo, toco a la puerta lo atendieron, el explicó que una mujer le habia pedido ese recorrido por las iglesias, después le dio la dirección y la medalla, diciéndole que con esa medalla ellos sabrían de quien se trataba y que pagaría. Pero la persona que lo atendió le dijo que no podia ser posible pues ella ya habia muerto.
Nunca se ha podido saber si esta historia fue del todo real, pues el taxista mencionado, después de eso cayó enfermo y murio al poco tiempo. Pero de que es una historia muy sonada sobre todo entre los taxista lo es y la verdad que pasar por el panteón en las madrugadas es para poder creer tanto esa como otras historias más que se cuentan.



LEYENDA DE JUAN DEL JARRO:
Eran aquellos románticos tiempos de mediados del siglo XIX cuando por las rúas de la capital sanluisense se escuchaba el trotar de los caballos enjaezados, tirando de lujosas carretelas sobre las que paseaban damas de alta alcurnia acompañadas de gentiles caballeros. Cuando las damas elegantes bajaban de los carruajes, el lacayo, ataviado con traje de librea, sombrero de copa y guantes blancos, ceremoniosamente abría la portezuela adornada con los escudos heráldicos de sus acaudalados poseedores; entonces los caballeros tendían su galante mano, para que las manos delicadas que despedían aromas de sutiles perfumes de Francia, sujetáranse y sus dueñas pudieran apearse sin tropiezo.

En tanto se sucedían estos momentos tranquilos, corrían de boca en boca por la ciudad las violentas noticias de que por los caminos carreteros, (llamados así porque por ellos transitaban carretelas tiradas por caballos o acémilas), una diligencia era asaltada por malhechores, ya fuesen estos los Capablanca, los Diezgutiérrez u otras gavillas que merodeaban los caminos para desvalijar las conductas, así llamadas porque conducían cargamentos de oro y plata con destino a España, embarcados en Tampico. El paso obligado hacia el puerto era Ciudad del Maíz, importante Municipio potosino que llegó a tener Casa de Moneda y de donde es originario el que fuera Presidente de México en el año 1835, Don Miguel Francisco Barragán.

Pues bien, Juan del Jarro, a quien me refería al principio, surgió en los tiempos del romántico y violento San Luis Potosí. Hurgando entre los vendedores de antigüedades y vejestorios, conseguí una descripción vivida de tan singular personaje.

Se le veía deambular por calles y plazas con actitud de mendigo, si bien su indumentaria no era lo que se dice andrajosa, aunque sí desaliñada. Usaba un sombrero de copa muy alta y ala corta, una camisa de lana gruesa con cuello que hoy sería tipo Mao, pesada chaqueta con botones y solapa angosta, pantalón holgado sostenido por tosco cinturón de cuero. El jarro, al que alude su nombre y por el que fue siempre identificado, no era precisamente un cántaro de barro, sino que se trataba de una especie de olla de lámina, recubierta con malla de palma tejida, semejante a un cesto con asa, que portaba en el brazo derecho y además traía siempre terciada al hombro; en suma, era una especie de cantimplora gran de, seguramente para que no le faltara agua en sus largas caminatas. Tenía un agradable rostro apacible y su edad frisaba entre los 28 y 35 años.

Juan del Jarro, el limosnero de los pobres, el pordiosero, el mendigo, el que pedía ropa, dinero y alimentos, para llevar a los pobres, a pesar de su notable humildad y aspecto de limosnero, poseía una personalidad vigorosa, proyectada en su mirada penetrante aunque dulce; de léxico sencillo que destilaba filosofía y, sin ser un religioso predicador, es evidente que era un iluminado, un visionario, un hombre de Dios; quiero decir con esto que una vibración divina emanaba de él, porque Juan del Jarro predecía el futuro de los acontecimientos hasta con siglos de distancia. También adivinaba sucesos de cumplimiento inmediato, que eran los que más impresión causaban porque se podían constatar en el momento. Narraré los hechos que más recuerda el pueblo potosino.



El Padre Jerónimo Buendía, oficiaba en el Templo de Tlaxcala, quizá el primero construido en esta ciudad por frailes franciscanos. En una de tantas veces en las que Juan iba por limosna o simplemente a charlar con el sacerdote, éste, que no pasaba de los cuarenta años y que se encontraba rebosante de salud, habló a Juan en los siguientes términos:

—Oye Juan, he pensado que sería bueno que dejaras de andar en las desastrosas condiciones en que te encuentras; yo te daré ropa y asilo para que no tengas necesidad de pedir limosna; en cambio tú me pondrás en guardia de los acontecimientos que estén por venir y que de alguna manera pudieran afectarme; esto me prevendría y yo tomaría las precauciones necesarias. Por otra parte, aquí no te faltaría qué hacer, tengo proyectado efectuar un viaje y a mi regreso establecer ciertos negocios propios de mi ministerio, en éstos apreciaría tu ayuda que, desde luego, sería remunerada. ¿Qué dices?

—Padre Buendía, en esta ciudad hay muchos pobres, creo que hay mil pobres por un rico y ellos esperan la limosna que les llevo y la ropita que las buenas gentes me dan; es por esta causa por la que no puedo aislarme en su parroquia, aunque le agradezco su caridad.

—Pero Juan, si tú eres mucho más pobre que aquéllos a quienes llevas el socorro.

—Sí Padre, mas como ellos no saben pedir, yo pido en su nombre y así seguiré mientras el buen Dios me lo conceda. Pero borre usted de su mente el proyectado viaje y no piense en establecer negocios, porque dentro de tres días estará usted dándole cuentas al Creador.

Se escuchó una sonora y alegre carcajada del Padre Buendía.

—Pero si estoy rebosante de salud, jamás he tenido el menor achaque y además no pienso morirme tan pronto; ahora sí fallaste en tus pronósticos, mas no por eso te voy a negar la limosna acostumbrada; ve con Dios y que El te bendiga.

Tres días después los habitantes del poblado se conmovieron ante la fatal noticia de la muerte del Padre Buendía. Juan del Jarro asistió a la Misa de Réquiem del Siervo de Dios, quien podando los rosales del jardín del curato, el inocente piquete de una débil espina le ocasionó un mal que la gente llama de arco: el virus del tétanos iba con el estiércol del abono.

Mucha gente se burlaba de Juan el taumaturgo. En una ocasión en que se construía una de las pocas casas de dos pisos que por entonces se levantaban, y que hoy ocupa un conocido hotel en las calles de Iturbide, uno de los jóvenes albañiles que estaba trepado en un alto andamio, le gritó en son de burla:

—Oye Juan, dime cuándo me voy a morir, para hacer mi testamento, porque te quiero dejar la mitad de mi gran fortuna.

A lo que Juan, el pordiosero, le contestó también a gritos, pero con un dejo de tristeza y compasión: —Ya no tendrás tiempo de hacer testamento alguno, porque estás agonizando.

No bien acababa de decir Juan del Jarro estas palabras, cuando dio un traspiés el albañil y cayó de tan gran altura que, por supuesto, encontró una muerte instantánea.

Otra de las cualidades de nuestro héroe, es que era todo bondad, al mismo tiempo que ingenuo, sin intenciones de malquistarse con nadie, como corresponde a un hombre con las virtudes y videncias con que la naturaleza lo dotó. Cuando le hacían preguntas capciosas o con el único propósito de burlarse de él, Juan contestaba según los dictados de su poder intuitivo y adivinatorio. Ocurrió así que una noche en que andaba por las encrucijadas callejuelas de la zona de tolerancia, en donde era muy solicitado por las mujeres de vida galante para que les dijera algo sobre su futuro, a cambio de lo cual le daban algunos centavos que, como de costumbre, llevaba para aliviar las más ingentes necesidades de sus pobres, como él los llamaba, se encontró de mañosa boca con unos soldados entrados en copas, que pertenecían a las fuerzas acantonadas en la ciudad y que estaban de guarnición, bajo las órdenes del general Vidaurri, preparándose para ir a combatir a los "mochos" que se acercaban pretendiendo tomar la plaza; lo atajaron cogiéndolo de la solapa del saco arrugado:

— ¡Eh, tú!. . . infeliz mendigo, ahora nos vas a decir cuál será el resultado contra las fuerzas reaccionarias ¿les vamos a dar en todita la madre o nos va a llevar la tostada?

El andrajoso limosnero, tras de serenarse un poco y acomodarse el saco estrujado, contestó:

—Señores de uniforme, de galones y charreteras, esta alegría que ahora gozan pronto se tornará en tristeza, porque dentro de pocos días en un lugar a veinte leguas de aquí, habrá un encuentro en donde ustedes serán diezmados, aniquilados, en una palabra mis buenos soldados, derrotados.

Jamás les hubiera contestado en tal forma nuestro humilde y beatífico pordiosero, pues los borrachos uniformados pusiéronse furiosos y lo golpearon a más no poder, dejándolo tinto en sangre, tirado a media calle.

Poco tiempo después, el 29 de septiembre de ese mismo año, 1846, día de San Miguel Arcángel, al enfrentarse las fuerzas de Vidaurri y Miramón en un sitio llamado "Puerto de Carretas", las primeras fueron derrotadas, tal como el profeta Juan lo pronosticó.

Pasados algunos días, uno de los soldados que participaron en la tremenda golpiza que le propinaron al del Jarro, vestido de civil para no ser reconocido y ocultando una herida que ya empezaba a infectarse, se llegó a Juan pidiéndole perdón y le contó los pormenores de la derrota sufrida, a lo que el beatífico taumaturgo contestó:

—Te perdoné desde hace tres días, porque sé que me andabas buscando; ya que estás sanado de la herida del alma, déjame curarte la herida del cuerpo que también te martiriza.

Juan cortó hojas de una planta silvestre que allí cerca crecía, las estrujó en la palma de su mano para molerlas y aplicó esa pasta sobre la herida; minutos después el soldado se curó como por arte de magia.



En cierta ocasión, una dama encopetada llamada Niní

Berlanga, pretendió divertirse con las predicciones del hombre de nuestra historia. Al término de dos días ella contraería matrimonio con un apuesto galán, don David de la Peña; la aristocracia potosina estaba pendiente de tal boda, esperando concurrir para lucir sus galas, que por aquellos tiempos distaban mucho de ser minifaldas, pues había trajes que se llevaban una pieza entera de los más finos brocados importados de Europa, en seda y razo, con encajes de filigrana de oro. Había quienes adornaban sus vestidos con diamantes auténticos y perlas de fino oriente; los vestidos de las damas linajudas, rozaban las alfombras de los salones, iluminados con candiles de cristal checoeslovaco, cuyos prismas centelleaban con mágico encantamiento. Pues bien, la futura novia que miraba la calle asomada por una ventana de su casa, vio a Juan que en ese momento pasaba por allí y le preguntó graciosa pero con sorna, al tiempo que le tiraba una moneda de oro, que por aquellos tiempos era de uso común y corriente:

—Dime cuándo me caso, Juan.

—Niña mía, mis pobres agradecen tu limosna, pero tú nunca te casarás.

Profundamente disgustada, la dama cerró con furia la ventana; contó iracunda a sus familiares lo sucedido; ellos rieron del mendigo juzgándolo como un charlatán.

En esa época las reyertas no tenían semejanza con las de ahora, pues la mayoría terminaban en duelo.

Para despedir de la soltería a don David de la Peña, sus amigos organizaron una fiesta que acabó en farra. Estaban todos entrados en copas, y Tirso Grande, que era uno de los concurrentes, soltó palabras atrevidas sobre la persona de Niní Berlanga, futura cónyuge de David; por supuesto que éste no pudo soportar tal ofensa y al momento retó a duelo a Tirso Grande, reconocido por su certera puntería. Tal duelo fue funesto para el novio, ya que David perdió la vida.

Ese lance conmovió a la ciudad, que enterada de lo ocurrido, al mismo tiempo que lamentaba los hechos, confirmaba una vez más que el mago de San Luis no se equivocaba en sus videncias.



No todo lo que decía Juan, era predicción de muerte y de tristeza; había muchos acontecimientos saludables que advertía a la gente pobre, a los labriegos, a los campesinos, ya que les vaticinaba muchos acontecimientos meteorológicos y de otra índole que les beneficiaba.

Ya hemos dicho que mucha gente adinerada obsequiaba a Juan del Jarro con buenas prendas de vestir, pero él siempre las regalaba a los demás, dejando para sí solamente lo indispensable. Cierta vez un señor de nombre Gabriel Espinosa, le regaló a un humilde trabajador un traje que guardó en un baúl y que nunca usó.

Juan del Jarro el bondadoso, fue a la penitenciaría a visitar a los presos; un hombre pálido en cuyo rostro se asomaba dolor, angustia y miseria, se acercó a Juan diciéndole:

—Notables son los beneficios con que colmas a tus protegidos; mucha gente no cree en tus profecías, pero yo sí creo, por eso quiero pedirte ayuda; puesto que todo lo adivinas, con seguridad tú sabes que estoy aquí injustamente, porque mi poderoso patrón me acusó de haber robado una valiosa joya con brillantes, esmeraldas y rubíes, que dicen vale una fortuna; ya tengo aquí dos años y sabrá Dios cuánto tiempo más, si es que puedo resistir este tormento de saber a mi familia abandonada y yo sin libertad para trabajar y poder probar mi inocencia. Ayúdame, buen hombre, habla con mi patrón, porque a ti te guarda consideraciones; dile por favor que soy inocente.

Juan meditó un momento, miró fijamente el rostro del presidiario y le contestó con estas alentadoras palabras, que el preso recibió con alegría inmensa:

—Tu patrón tampoco en mí confiará, porque sabe que ayudo a los desvalidos; solamente creerá que eres inocente ante pruebas definitivas; pero de todas maneras Anselmo, antes de tres días estarás libre.

El optimismo se reflejó en el rostro del pobre hombre que sabía que de no probar su inocencia, se pudriría en la cárcel.

Al día siguiente Juan se dirigió a la casa de Don Gabriel Espinosa y le dijo:

—Señor, su criado Anselmo Gárate, está padeciendo en la cárcel por una injusticia; él no robó la valiosa joya que se perdió en esta casa.

— ¿Te refieres al peto de diamante, rubíes y esmeraldas? Sospechaba que algún día vendrías con esa embajada; no me duele tanto la pérdida de la joya, que ciertamente es valiosa, sino el haber perdido un buen sirviente, en quien yo confiaba; pero por desdicha nadie más que él pudo efectuar ese robo; eso está comprobado.

—Mire Don Gabriel, tal vez usted no recuerde, pero hace más de un año, usted regaló este traje aun sirviente suyo, traje que jamás usó, guardándolo en un viejo baúl, porque se sentía incómodo al vestir un lujo que a él no le quedaba, pues según sus propias palabras, la gente se hubiese reído de él. Ayer fui al cuartucho donde viven los familiares de Anselmo, me permitieron buscar donde yo sabía y encontré la joya perdida; mire usted, en el mismo lugar donde tanto tiempo estuvo guardada; meta su propia mano en los bolsillos.

Con gran sorpresa, vergüenza y alegría, el señor Espinosa encontró la joya en uno de los bolsillos interiores del saco, así como un documento del cual se había olvidado. No le cupo la menor duda de que él mismo los había puesto ahí tiempo atrás, pues así lo evidenciaba el polvo acumulado en todo el traje arrugado, en el que nadie antes había metido la mano. De inmediato el preso salió libre y nuevamente fue recibido y recompensado en la casa de su antiguo patrón, quien le dio disculpas y de ahí en adelante lo trató con mucha solicitud.



Una leyenda más de Juan del Jarro, es la que a continuación voy a relatar:



Cierto día del mes de enero, cuando en San Luis Potosí hace un frío intenso, Juan del Jarro se llegó hasta la casa de un humilde trabajador, quien al verlo se alegró y le dijo con júbilo:

— ¡Qué te traes por aquí, Juan! Pasa a esta tu humilde casa pues como yo, tú también debes tener mucho frío, y no se siente tanto aquí adentro; el fuego está encendido y tengo algo de comer que bien puedo compartirlo contigo.

Juan aceptó la invitación de Anacleto Elizalde y comió con él y su familia compuesta por la esposa y sus dos hijos; durante la comida todos charlaron amigablemente. Cuando terminaron de comer, dijo Juan:

—Cleto, vengo a que me ayudes con algún dinero para que remedie en parte las necesidades de tanto pobre del barrio del Montecillo; aunque donde quiera hay pobres, parece que allí ha sentado sus reales la pobreza.

—Te vienes a burlar de mí, Juan, o estás de muy buen humor y me quieres hacer reír, aunque ninguna gracia tiene que me pidas ayuda económica conociendo mi extrema pobreza; estoy tan miserable como tus pobres del Montecillo, aun cuando ahora fue buen día porque tuve comida qué compartir contigo.

— Lo sé, —contestó nuestro héroe—, pero dentro de muy pocos días serás más rico que tu patrón, que hoy te tiene trabajando como barrendero, y conste que él tiene la mejor tienda del barrio, además de algunas casas que renta.

—¿Y cómo será que voy a tener tanto dinero?

— No sé la manera, pero tú serás muy rico; para entonces prométeme que me ayudarás.

—Si es como dices Juan, te prometo que te daré la mitad de la gran fortuna que me anuncias.

—No prometas lo que no podrás cumplir, pero sí te pido que me ayudes para mis pobres.

—Te lo prometo Juan, pero te aseguro que me vas a tener sin poder dormir muchos días, pues no veo por qué tendré ese dinero del que me hablas.

Anacleto Elizalde era hijo natural de un hombre muy rico, propietario de una gran hacienda en San Luis Potosí, quien antes de morir había dejado un legado consistente en muchos miles de pesos en oro; dicho hacendado dio la orden de que se buscara a su hijo a quien jamás había vuelto a ver desde que la madre, en un tiempo sirvienta de la casa, había desaparecido con el fruto de su romance. Ya muerto el hacendado, su fiel administrador comisionó a uno de sus confianzas para localizar al hijo de su patrón, a quien una vez identificado como Anacleto Elizalde, le fue entregada la cuantiosa herencia.

Anacleto cumplió la promesa que hizo a Juan del Jarro. Si el barrio del Montecillo se benefició en mucho o en poco, no es el objeto de nuestro relato, sino el puntual cumplimiento de la palabra del profeta de San Luis.



Al buen Juan del Jarro lo asediaban las damas casaderas para hacerle preguntas acerca de su futuro; una vez una bella y distinguida muchacha de la aristocracia potosina, cuyo nombre callo para no inquietar a sus descendientes que aún viven, preguntó al vidente:

—Juan, quiero que me digas si voy a ser casada o me voy a quedar para vestir santos.

—No, bella señora; tú no te quedarás para vestir santos, si con eso te refieres a quedarte soltera toda la vida; tú te casarás, pero aún casada, muchos santos vestirás; mas ten por seguro que tu marido no será el padre del hijo que ya llevas en las entrañas.

Como la pregunta había sido hecha en presencia de numerosas amistades, ya se comprenderá la molestia que causó a toda la concurrencia lo dicho por Juan, a grado tal que por algunos años la dama linajuda abandonó la ciudad a la cual regresó, ciertamente casada y con un hijo que no era de su marido. Pasando el tiempo, el hijo de la dama, ya viuda, se ordenó Sacerdote y ella estuvo encargada del guardarropa de la Parroquia del pueblo al cual fue enviado el Sacerdote por el Obispo de la Diócesis para el desempeño de su ministerio. Ella, confeccionaba los vestidos de los santos.

En la ciudad de San Luis Potosí, como también en sus alrededores, especialmente en la zona norte, siempre ha sido notoria la escasez de precipitaciones pluviales, y la falta de presas para contener el poco líquido que cae en épocas de lluvia; la falta de agua ha sido una constante calamidad para la población. Por estas circunstancias, aún ahora no es posible el establecimiento de grandes factorías.

En aquellos remotos tiempos, el preciado líquido llegaba a la ciudad por el rumbo de la Merced, mediante un estrecho acueducto que iba de un bello paraje a unos ocho kilómetros llamado "La Cañada del Lobo", donde brota un manantial que forma poco más abajo una pequeña laguna azul donde los escolares suelen ir de excursión.

El acueducto, construido de tabique de barro, desciende con suma facilidad, pues empieza su curso desde gran altura; continúa sobre unos pequeños arcos que el pueblo ha dado en llamar "Los Arquitos" y sigue por la lomita hasta llegar a la ciudad, donde por fin el cristalino líquido desemboca en la famosa "Caja del Agua", obra en cantera rosa de la época colonial construida por un famoso Arquitecto, joya digna de ser admirada.

En los tiempos de Juan del Jarro, San Luis Potosí se reducía como casi todas las provincias de la época, a muy poco territorio; los barrios se encontraban aislados del centro de la ciudad. Santiago y Tlaxcala fueron los primeros lugares habitados y, por tanto, los más populosos.

Después de una sequía de varios años, el ganado habíase diezmado y la gente apenas tenía para beber. Entonces Juan del Jarro pronosticó que San Luis se acabaría por una inundación. Los incrédulos se rieron.

Sucede que mucho tiempo después, fue construida la "Presa de San José", hermosa obra orgullo de la ingeniería de la época, adornada en la parte superior por una balaustrada. De la compuerta que casi constantemente está abierta y que desemboca en el canal de distribución, atravesando una serie de escalinatas, el agua brota a raudales y forma una cascada. Al frente de una de las compuertas están grabadas estas palabras: "Dominar las fuerzas naturales es el triunfo del espíritu humano".

Posteriormente, en una angostura que se encuentra siguiendo el curso del río de Santiago, se construyó una represa que, aun cuando no quedó terminada, sí fue suficiente para contener muchos miles de metros cúbicos de agua.

En una temporada de lluvias septembrinas, la represa no pudo contener la avalancha de agua y ocurrió el trágico suceso: Al sonar las once campanadas de la noche del 15 de septiembre del año de 1933, en los momentos en que el Gobernador daba el tradicional Grito de Independencia, la inundación sorprendió a los habitantes del barrio de Santiago, pues la mayoría estaban dormidos. La represa reventó arrasando el poblado, fueron cientos los muertos entre mujeres, hombres y niños. Luto y desolación embargó a Santiago y a toda la ciudad.

Juan predijo "San Luis acabará por una inundación algún día". ¡Sería en esa ocasión cuando se cumplió la profecía!

La pintoresca figura del célebre Juan del Jarro, personaje de los tiempos de la Colonia, es parte de la historia potosina. Son famosos los vaticinios que profetizó durante su vida beatífica y piadosa. Juan, el superdotado de virtudes que sólo les son dadas a los predestinados.

Sin embargo, llegó el día en que Juan murió. Fue una tarde en que su cuerpo físico dejó de existir; dicen que se vio en el cielo una claridad que despedía reflejos brillantes, cuando se eclipsaba una vida que dejaba detrás una estela de luz, de amor, de bondad; luz que jamás se extinguirá porque la gente recordará siempre a Juan del Jarro, tanto que cuando lo fueron a sepultar, el pueblo humilde condujo el cadáver a su última morada terrestre; era una multitud tal, que parecía romería; todos rezaban en voz alta y entonaban cantos religiosos. Mas el descanso mortuorio de Juan fue breve, porque su cuerpo peregrinó por diversos panteones, pues cuando demolieron el pequeño panteón del barrio del Montecillo, donde primero fue sepultado, algunas damas piadosas trasladaron su cuerpo al panteón del Saucito del cual, por causas desconocidas fue robado, dejando únicamente su calavera, misma que una rica familia potosina depositó en una cripta, a la vista de todo aquel que por ahí pasara. Hubo testimonios de que despedía luminosidad, que algunos atribuyeron a la fosforescencia natural del hueso humano; sin embargo, tiempo después fue secuestrada la calavera y el sitio del piso de la cripta donde reposó, aún sigue vertiendo luz, puesto que se observa por las noches una luminosa mancha blanquecina.

En la Cripta de la familia Teissier, en el Panteón del Saucito se encuentra una placa de mármol que a la letra dice: Al Gran Bienhechor de los pobres Juan de Dios Asios, "JUAN DEL JARRO". Nació en Matehuala, S.L.P. falleció en esta Ciudad el 8 de Noviembre de 1855 a los 53 años. D.E.P. San Luis Potosí, S.L.P.

Alguna familia piadosa, ocultó los restos de Juan del Jarro, apóstol del más bello ideal como es el de servir y amar al prójimo. En San Luis Potosí no falta quien todavía lo invoque, solicitando su ayuda para remediar tribulaciones, llevando al sitio donde estuvieron sus restos, flores y lámparas de aceite.

Los Túneles de San Luis Potosí

Cuenta la tradición oral, de incontables generaciones potosinas, que existe una bien planeada red de túneles que comunica por el subsuelo a todos los templos viejos de San Luis y que mas de un túnel sale de la ciudad. Estos túneles, según la leyenda, servían para trasladar dinero de un lugar a otro, alejándolo de la mirada de algún curioso, que también servían para refugiarse o escapar de algún eventual ataque.
Se cuenta también que el tramo mas grande de esa red de túneles mide casi ochenta kilómetros, que corre cinco metros debajo de la tierra, de la Ex-Hacienda del Carmen (o Pozo del Carmen) hasta la casa de Moneda, pasando por el templo del Carmen, y Catedral, la razón que tendría de existir tremendo túnel es porque siendo la hacienda del Carmen propiedad de los Carmelitas Descalzos y teniendo en dicho lugar la hacienda de beneficio (donde se separaban los metales del material extraído de las minas) mas importante de su tiempo, donde se beneficiaba prácticamente todo el mineral de Cerro de San Pedro, y así mismo se fundían las barras y se trasladaban a la ciudad, específicamente hasta la Casa de Moneda.
Otro túnel de gran longitud, se presume llegaba hasta cerro de San Pedro, pero de existir lo mas seguro es que llegara hasta el rancho (muy grande por cierto) que los carmelitas tenían en Soledad.

Lo que la gente cuenta de supuestos acontecimientos en relación a los túneles

Que cuando estaban construyendo el Teatro de la paz, a principios de la década de los noventas del siglo XIX encontraron al estar haciendo las excavaciones para los cimientos del teatro un tramo de túnel que tuvo que ser rellenado para continuar con la obra. Cabe recordar que justamente en ese lugar se encontraba la penitenciaría del estado y es muy probable que ese túnel haya sido construido para escapar del lugar, sin duda que debió de existir ya que 100 años después cuando se hacían las remodelaciones de la calle de Villerías, justo entre el Teatro de la Paz y el Museo de la Máscara se encontró otro tramo de túnel, esta vez entraron el mismísimo cronista de la ciudad, Lic. Rafael Monetjano y Aguiñaga, el entonces gobernador Horacio Sánchez Unzueta, así como algunas personas como el Ing. Ramón Ortiz Aguirre especialista en materia hidráulica. Es muy probable que la falla estructural que presentó poco después el Museo de La Máscara se deba a algún
derrumbe del túnel que pasa por debajo de este edificio.
Se cuenta también que en algunas casas de Av. Juárez se han encontrado esos túneles
Que en una ocasión, en una vecindad del Barrio de Tlaxcala una mujer que estaba lavando, cayó dentro de uno de ellos con todo y lavadero, que ahí se encontraron restos de vestiduras eclesiásticas.
Otra es que una mujer que dormía cayó dentro de uno de ellos.
En obras civiles realizadas han dado con estos espacios, una fue cuando se estaba extrayendo la tierra de la calle Mier y Terán, para la Asarco hoy Industrial Minera México y cayeron en un gran hoyo que resultó ser un túnel.
En la entrada de abajo platico de otro hallazgo similar.
En la década de los sesentas se hizo un hoyo similar al que se formó recientemente, también en las inmediaciones de la alameda, pero esa vez fue por la calle Chicosein casi esquina con Othón.
Aparte de esto se cuentan tantas cosas verdaderamente descabelladas como que los túneles eran usados por la Santa Inquisición para torturar a los sentenciados, que ahí escondían a las monjas o mujeres que habían tenido algún embarazo no deseado.

Breve análisis relacionado a la leyenda

Sí hay túneles o tramos de Túnel pero veo difícil que comunicara todos los templos de la colonia, primero porque las diferentes ordenes religiosas no se veían con buenos ojos unas de otras ya que significaban competencia económicamente hablando y no tenían relación entre si.
Por otro lado los únicos templos que no han cambiado de lugar desde su construcción han sido el de Tlaxcala, San Francisco, San Agustín, la Compañía, San Juan de Dios, la misma Catedral no es la construcción original, pues antes de serlo era el templo parroquial y el Carmen que inició su construcción hacia 1744, por otra parte ya existía la corriente, hoy calle de reforma que tenía en algunas partes hasta tres metros de profundidad, por lo que pasar un túnel por debajo de ella resultaría casi imposible y mas para ese tiempo, y necesariamente tendrían que pasar los que condujeran a Tlaxcala, Santiago y Tequisquiapan.
Y hacia San Sebastián, San Miguelito y por ende el Santuario y San Juan de Gpe. también había un río que era la Corriente de San Miguel, actualmente calle de Miguel Barragán y la de Primero de Mayo, incluso en el cruce de Lerdo de Tejada, antiguo camino Real a San Sebastián y primero de Mayo, había un puente para pasar al barrio.
Muchos toman por referencia el Templo de San José que probablemente tenga la cripta mas grande de todos los templos que la tienen, pero el templo como lo conocemos es obra del siglo XX 1911 para ser mas precisos. El del Montesillo, aunque mas antiguo carecía de importancia por ser de un barrio pobre y el Santuario era también en tiempo de la colonia una simple Hermita que no ocupaba mas Había propiedades privadas que se comunicaban entre si por algún túnel. Otros construían un pasadizo dentro de su propiedad, para bajar hasta alguna parte de sus pozos que en muchos casos tenían algún recoveco usado para guardar cosas como dinero y joyas, tal es el caso de la casa que se encuentra en la esquina de Carranza con Benigno Arriaga que fue construida por un ing. Inglés de apellido Coghlan y que actualmente es propiedad de los maristas.
Otro pasadizo similar se encuentra en el viejo edificio de Pedro moreno esquina con García Diego.
Otra cosa que suele confundirse con túneles eran las muy comunes bóvedas filtrantes utilizadas para recoger y por ese sistema, el agua de lluvia y abastecer con esta sus pozos.
Y otras cavernas naturales como la que se encuentra en donde derrama sus aguas la Cañada del Lobo, de donde iniciaba el acueducto que surtía las cajas de agua y fuentes de la calzada, también suele confundirse con un túnel y otro mas, natural también que estaba cerca del ahora panteón particular Valle de los Cedros y que llegaba casi al del Saucito.
Cuando se construyó la plaza del milenio quedó al descubierto lo que parecía un túnel pero no es otra cosa que la antigua corriente que fue burdamente entubada en la primera mitad del siglo XX.